El Patrimonio que cumple cuatro Siglos

Escucha el audio
Claudio Videla - resumen histórico
Las tierras de Chavascate –o de Caroya-, que más tarde formarían la estancia del mismo nombre, fueron dadas en merced en 1574 al Capitán Bartolomé Jaimes.
Un año antes se había fundado la ciudad de Córdoba y las parcelas se repartían entre los españoles que “conquistaban” estos territorios que estaban habitados por pueblos originarios.
En nuestra zona sólo existía monte, por eso las tierras fueron cambiando de manos con el paso de los años.
Juan Maldonado, yerno de Jaimes, las heredó. Luego, el matrimonio la vendió a Diego de Funes, marido de Inés González Jaimes y luego a su hija, Isabel de Funes. Todo quedaba en el círculo íntimo.
Isabel se casó con Luis Ribera, escribano del Cabildo de La Rioja y desde esa provincia no podía administrar el patrimonio eficientemente.
Entonces aparece la figura de Pedro Fernández Bandurreira, maestro sastre, que pidió prestadas las tierras para guardar ganado y logró que el Gobernador le permitiera seguir usando las hectáreas.
La primera venta.
Para el año 1616, empezó un conflicto entre Isabel Funes y Bandurreira, que se adjudicaban derechos legítimos sobre las tierras de Caroya.
La solución fue ponerlas a la venta y el hermano de Isabel, Cristóbal de Funes, las ofreció al Padre Diego de Torres, Rector del Colegio de la Compañía de Jesús, que quería tierras para el sustento de la Compañía.
Sin importar el pleito que existía, pagó 200 pesos a la familia Funes el 16 de noviembre de 1616. El 1 de diciembre acordó con Bandurreira por 250 pesos más.
El 8 de diciembre, el Padre Torres tomó posesión. Se la considera como la fecha en que nace la historia propia de la Estancia de Caroya, que poco a poco fue ampliando su dominio sobre parajes, pampas y montes para que los animales puedan pastar.
Así se funda el primer núcleo productivo de la Compañía de Jesús en la Provincia de Córdoba.
El territorio era tan amplio que llegaba a El Crispin, hacia el Este y al río Suquía, al Sur.
Hay documentos que indican que el primer casco de Estancia y la capilla estaban en Esquina, hoy departamento Río Primero, en los campos de la familia Londero. Solo quedan ruinas.
En 1661, el Padre Francisco Ximénez, rector del Colegio de la Compañía de Jesús, vendió a Ignacio Duarte y Quirós la estancia, pero el nuevo titular dona la propiedad al Real Colegio Convictorio de Nuestra Señora de Monserrat.
Para 1730 se construye el actual casco ubicado en las tierras de Malabrigo, desde donde administraban todo lo que pasaba en el extenso territorio que estaba bajo su mando, hasta la expulsión de los Jesuitas en 1767.
En el lugar se estableció una explotación agro–ganadera que sirvió como sustento económico del Colegio del Monserrat y como residencia de vacaciones de sus alumnos.
Con la partida de los Jesuítas, la administración de la estancia quedó a cargo de la Junta de Temporalidades, quienes por orden del Rey otorgan el predio a la Orden Franciscana.
Sin embargo, en 1807, debido a lo complicado que le resultaba a estos sacerdotes el trato con los esclavos, pasó a pertenecer al clero secular siguiendo la suerte de la Universidad.
Fábrica de armas.
La Estancia vuelve a tomar protagonismo en el período de la gesta independentista nacional.
Entre 1814 y 1816, se instala la Primera Fábrica de Armas Blancas del país, para proveer de sables y bayonetas al Ejército Patrio.
En Caroya se fabricó una famosa espada con empuñadura de oro que el Gobernador de Córdoba, José Javier Díaz, le obsequió al General Gervasio Artigas, caudillo de la Banda Oriental.
Durante la primera mitad del siglo XIX, la Casa sirvió de lugar de descanso en el Camino Real.
Por sus habitaciones pasaron grandes personalidades de nuestra historia como el Gral. Manuel Belgrano y el Gral. José de San Martín.
Además fue escenario de entrevistas como las que tuvieron los generales Lamadrid y Lavalle después de la batalla de Quebracho Herrado en 1840, y la del Gral. San Martín con Pérez Bulnes.
Hotel de inmigrantes.
A finales del siglo XIX, la Casona volvió a ser testigo privilegiada de la historia de nuestra región.
Debido a la política de fomento a la inmigración llevada adelante por el Presidente Nicolás Avellaneda, un grupo de familias de la región del Friuli y Véneto (norte de Italia) se radicaron en el casco de la Estancia para luego dar origen a Colonia Caroya.
Conventillo y resurrección.
Durante casi medio siglo, la Casona fue un albergue de familias que convirtieron el edificio histórico en un conventillo.
Su capilla no tenía techo y en sus paredes de piedra, bajo chapas que servían de techo a un metro y medio del suelo, vivían varias personas.
El Gobierno de la Provincia la expropió el 20 de enero de 1965 y nombró al primer personal que trabajó en el edificio para su recuperación. Pagó 74.473 pesos por las 10 hectáreas.
Fue decisiva la intervención del Padre Oscar J. Dreidemie S.J., que le encomendó el mantenimiento del lugar a Bernarda Amaya y su esposo, Aparicio Roldán, vecinos de Malabrigo.
Previamente, mientras era usurpada, la Estancia era declarada Monumento Histórico Nacional. Fue en 1941.
Posteriormente, se realizaron trabajos de restauración que estuvieron a cargo de la Dirección de Historia, Letras y Ciencia, bajo la dirección del Arquitecto Gallardo.
En el año 2000 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y hoy forma parte del circuito de las Estancias Jesuíticas de Córdoba que moviliza a miles de turistas internacionales.
Ariel Roggio - Diario El Despertador