Mujeres dedicadas a los viñedos
La alquimia del vino caroyense fue aprendida en la escuela del trabajo de padres italianos llegados de Cormons, Gorizia o San Daniele y otras tantas campiñas del Véneto y el Friuli y se fue transmitiendo empíricamente de generación en generación.
¡Ellas también lo forjaron! Porque la mujer caroyense trabajó codo a codo con el hombre, no sólo como artesana de sabores en la cocina y de flores en el jardín, como tejedora amorosa, enfermera de la casa, esposa y madre sin descanso, sino también que se animó a acompañar y a veces suplir al hombre fabricando ladrillos, levantando paredes, elaborando jabón, sembrando, cosechando.
En la Fiesta de la Vendimia se reconoció a la mujer, no sólo por su belleza y don de gente sino por su capacidad de trabajo, su talento y su gigante aporte en el área de la producción.
Rosalba Gasparutti: Lleva adelante el emprendimiento Rosel con una quinta admirable y una posada donde los turistas pueden vivenciar las múltiples actividades de la vida rural en un bucólico y saludable ambiente, a plena naturaleza.
Mirta Sangoy: Productora agrícola al frente de una pródiga quinta de la cual cede una parte a la comunidad boliviana, donde otra mujer es referente de un encomiable trabajo de producción frutihortícola orgánica desde hace varios años.
Daniela Mansilla: Ingeniera agrónoma, asesora del grupo Provid formado por jóvenes productores vitivinícolas que, orientados por ella y desafiando factores climáticos y otras adversidades, siguen apostando al cultivo de la vid, seña de identidad desde los albores de la vida caroyense.
Rocío Zoratti: Ingeniera agrónoma que pone al servicio su conocimiento científico como asesora en la histórica bodega “La Caroyense”, orientando la labor por caminos de superación en la producción vitivinícola.
Entrevista con Rosalba Gasparutti