El silbato que marcó el ritmo de vida de la Colonia

Existe un sonido que marcó a los caroyenses durante generaciones: el silbato (o el "pito") de La Caroyense.
Durante 45 segundos, hasta siete u ocho veces por día, no solamente era un reloj para los operarios de la bodega, sino para todo el pueblo.
En épocas de esplendor de la vitivinicultura, cuando en La Caroyense, el silbato sonaba a las 6:30 para llamar al trabajo; a las 6:55 para que todos estén listos en sus puestos; a las 7:00 para empezar la tarea; a las 12:00 para volver a casa; a las 15:00 para regresar a la bodega; y a las 19:00 para el fin de la jornada laboral de la mayoría.
Para el resto de la comunidad, era un despertador o un llamador a almorzar. "Son las 12, hay que ir a tomar la sopa", dice Celso Campana.
Con la menor producción de vid, el silbato ya no suena tan seguido, pero igualmente en alguna mañana se hace escuchar fuerte.
Es la caldera encendida la que lo hace sonar, activada por algún operario -Celso Campana y Daniel Ambrosich, en estas últimas décadas- y actualmente solo se enciende cuando hay embotellamiento dentro de la planta.
Escuchar el pito inunda de nostalgia a la mayoría de los caroyenses.
En su último día de trabajo, Celso Campana lo activó para despedirse se la bodega y disfrutar de la jubilación.
El momento quedó registrado y es muy emocionante...