El trabajo de la mujer a principios del Siglo XX, narrado por caroyenses
La Lic. Patricia Roggio, en el marco del ciclo de entrevistas del Complejo de Personas Mayores que se emite todos los martes y jueves a las 10 en Radio Comunicar, habló sobre su investigación relacionada a la “mujer de campo”.
En el trabajo se pretendió lograr un acercamiento a las mujeres que se desempeñaron como “mano de obra familiar” en el ámbito rural, indagando en torno al papel que jugaron en la producción y reproducción de la fuerza de trabajo todo ello a través de un estudio de caso.
Para rescatar la “historia oral”, seleccionó a 20 mujeres de entre 75 y 95 años de edad –algunas de las cuales ya no están físicamente- de Colonia Caroya. Todas fueron realizadas en el 2008.
Las entrevistas estuvieron estructuradas en torno tres áreas problema, estrechamente relacionadas entre sí: el trabajo (tanto el doméstico como el de la “chacra”); el poder y la autoridad (las jerarquías dentro de la familia); y la procreación y la sexualidad.
Trabajar, trabajar y trabajar…
El testimonio de Elvira resulta sumamente ilustrativo del modo en que se fusionaban las tareas de reproducción y producción:
“Hacíamos todo como para comerlo nosotros, hacíamos jamones, bondiolas, pero nunca hemos comido uno porque teníamos que guardar plata para poder comprar un pedazo de tierra. Se hacía economía, nunca tuvimos deudas con nadie. Se vivía para trabajar, hacíamos de comer para muchos peones. No sé cómo hacía… pero tenía que poder porque había que hacerlo…. Solo se compraba harina, azúcar, yerba. Cuando me casé he llegado a tener hasta 14 peones, hacía pan tres veces por semana, ordeñaba, hacía el queso… no sé cómo hacía todo eso. Un año carneamos treinta chanchos y además teníamos la bodega…. he trabajado como un animal…
La mamá no bordaba, pero nosotras si porque teníamos la ilusión de casarnos. El ajuar lo empezamos a preparar antes de tener novio… Hacíamos los colchones de chala. Yo dormí mucho tiempo en estos colchones cuando el papá me llevaba a trabajar a Los Quebrachos, …luego tuvimos de lana, se compraba la lana y la mamá la lavaba y la estiraba, se hacían las colchas … las sábanas se hacían con la tela de las bolsas de harina…
No nos bañábamos todos los días, solo los sábados. Se encendía la olla del jabón que tenía 200 litros y se iba a un escusado a bañarse…. La vida era nomás trabajar, trabajar y trabajar.
Si el papá nos encontraba el sentadas en la casa se enojaba, no quería que estuviéramos sin trabajar; él nos quería a todos en la chacra”.
Lavar, cocinar, coser, tejer, la huerta y la chacra….
Anita cuenta que su madre hacía de comer para la familia y entre 25 y 30 peones que se empleaban para el desmonte.
“Empezaba a trabajar en la cocina a las siete. Tenía que preparar el desayuno y llevarlo donde trabajaban. Era una pava grande con yerbiado, además chorizos y roñosa con cebolla y huevo. Dos veces por semana horneaba más de 20 panes, también torta con chicharrón. Trabajaba en la cocina todo el día. La mujer era esclava. La vida de la mujer era muy sacrificada, no nos dábamos cuenta porque era así, no había descanso….
El lavado de la ropa de los integrantes del grupo familiar era otra de las actividades que insumía bastante tiempo en la vida de estas mujeres.
Tita refiere:
“Me gustaba lavar, lavábamos en tinas. Yo era tan chica que no alcanzaba la tina y el papá me había hecho un cajón para llegar. El jabón lo hacía la mamá, buscábamos en el campo en canastos el yuyo, que lo dejaba verde para hacer el jabón con grasa”.
Inés relata:
“Sacábamos del pozo el agua, la poníamos en una olla grande, que el nono había traído de Italia. Había dos tinas, se la enjabonaba y se la llevaba a otro lado a enjuagar y se la hervía, era un trabajo increíble. En el verano la mamá ponía en el patio un fuentón muy grande, el sol calentaba el agua y cuando llegábamos de la chacra nos lavábamos. En el invierno calentaba la olla grande de agua y cada uno se llevaba un balde de agua caliente al escusado y se lavaba… Se cambiaba la ropa una vez a la semana…
Otro de los quehaceres que se identificaban como domésticos consistía en la confección de la ropa del grupo familiar que, al menos hasta inicios de la década de 1940, se realizaba en el hogar.
Isolina relata:
“Cuando yo era joven, toda la ropa la hacía mi mamá. Nos hacían dos vestidos al año: uno para el día de todos los Santos, el primero de noviembre, que se usaba todo el verano; y otro para Pascua, que se usaba en el invierno.
Mercedes al hacer referencia al material y modo en que se confeccionaban los colchones, nos relata:
“Los hacíamos de chala y todos los años la cambiábamos. Cuando en junio terminaban de juntar el maíz, las mujeres cambiaban la chala, luego con el tiempo se cambiaron por los de lana.
Alicia y Bety cuentan:
“Se cosía todo… compraban las telas una vez al año, la abuela iba a la tienda y compraba metros y metros de griseta y le hacía a cada varón el pantalón, la camisa, el saco, el pañuelo. También compraba para las mujeres, hijas y nueras, incluso las medias y las zapatillas.
Grimilda cuenta que antes de casarse, vivía en la casa de los abuelos paternos.
Relata que su madre y su tía se dividían el trabajo: una se dedicaba a la huerta y los animales de granja; y la otra de la cocina y lavado.
“Tener trabajo y tantos chicos era muy bravo. Todo se hacía en la casa. Teníamos muchas vacas así que la tía hacía el queso y hacían trueque con los animales que sobraban a cambio de mercadería.
Cuqui dice que su madre hacía de todo:
“Criaba gallinas, vendía huevos, era en la casa la que mandaba todo, el padre trabajaba pero la que llevaba todo era la mamá. Yo hacía las cosas de la casa y en la chacra hacía lo mismo que los varones: arar, carpir. La situación de la mujer ha cambiado mucho para bien, me gusta más ahora porque antes, pobres mujeres, trabajaban mucho. Y además te retaban… Era una cosa de locos.
En tanto Line manifiesta respecto del trabajo en la chacra:
“De todo lo que hacían los hombres, hacían las mujeres. Ponían verduras, recogían el alfa, iban arriba la parva, criaban vacas. La mujer siempre atrás del hombre a trabajar.
Teresa cuenta:
"Cuando salí Reina de la Primavera coseché ajo hasta dos horas antes de ir al baile. Tenía 15 años".
Trabajar hasta que venían los dolores.
Resultan sumamente interesantes los relatos de las entrevistadas en relación a la maternidad de sus madres, abuelas y algunas de ellas. Los testimonios son coincidentes en el sentido que las mujeres trabajaban hasta que les venían los dolores de parto.
El parto era realizado en la casa en la época de las abuelas, madres y también en algunos casos, de las mismas entrevistadas.
Los cuidados se extendían a ocho días de cama, sin bañarse, ni tomar frío a lo que se agregaba treinta días posteriores.
Asimismo refieren que sus abuelas y en general sus madres tenían hijos hasta que les llegaba la menopausia
Marta refiere al respecto:
“Mi abuela y mi mamá tuvieron hijos con parteras, como Doña Ana Marchetti. Ninguna asistió al médico ni realizó controles. Respetaban fuertemente los cuarenta días después del parto. No las dejaban hacer el pan por el calor del horno, ni cocinar, ni ir a la huerta, ni tomar frío en la espalda por la leche, no se bañaban… Era parte de la seguridad para sanar bien y quedar fuertes para después.
Tita hace referencia a su primer parto en los siguientes términos:
“Saqué leche hasta que me vinieron los dolores, pero sin ningún cuidado. Era esperar en la cama cuando comenzaban los dolores. Avisá cuando tenés dolores fuertes, me decía la partera. Yo decía para mí ¿Qué dolores tendrán que ser para que nazca?... Después me hacían quedar ocho días en cama, me daban sopa y puchero de gallina… quietita en cama sin almohada y con faja de telas lienzo para que saliera la sangre.
El testimonio de Marta sobre su abuela Celestina:
“Algo me quedó grabado: cuando ella compró al tío Pablito estuvo en la chacra recogiendo maíz hasta que le vinieron los dolores de parto. Fue a la casa, preparó la comida, preparó la mesa y llamó a la vecina que la ayudó a tener el chico”.
Preparábamos el “ajuar”…
Estrechamente relacionado con el tema de la confección de la ropa, se halla la cuestión relativa a la preparación del ajuar.
Esta tarea involucraba a las mujeres jóvenes, casi niñas, pues las entrevistadas coinciden en señalar que preparaban el ajuar aun antes de tener novio, es decir a partir de los doce o trece años.
Marta dice:
“La que se estaba por casar, unos meses antes le llevaba a la abuela la bolsa, la lana y el “cotín” para el colchón… con clavos que se entrecusaban, se estiraba la lana, se esquilaba más la lana del acolchado”.
Grimilda recuerda que ella y sus seis hermanas:
“Cada una tenía que bordarse la ropa: sábanas, camisones, toallas, manteles. El colchón era el regalo. La dote del padre de la novia era de lana”
Cuidábamos a los enfermos…
El cuidado de niños, ancianos y enfermos eran otras de las tareas que quedaban en manos de las mujeres, cabe consignar la escasa presencia de profesionales de la salud y de centros de atención hasta por lo menos la década de 1930 o más.
Tita decía sobre el cuidado de la suegra:
“Vea la vida que hice yo cuidándola y no quería que nadie la toque. Para todo tenía que estar todo el día yo, todo el trabajo de la casa y no había mujer que ayude y siempre me acuerdo que mi cuñada me ayudaba a lavar porque la suegra no usaba ni chata, se hacía todo en la cama. Tenía que estar allí cuando me llamaba, porque si no se enojaba. Mi suegra tenía todos hijos varones y una hija, pero no se dejaba tocar por la hija.
Trabajábamos de chiquitas.
Como lo evidencian las fuentes censales, los niños y niñas del grupo familiar eran incorporados a edades tempranas en la realización de trabajos domésticos.
Tita decía:
“Todo lo que hacia mi mamá, yo tenía que hacer. Yo quería ser igual que ella, hacía puchero, le ponía a hervir el agua para poner la carne, la mamá se iba en tiempo de cosecha a la chacra, a juntar uva, yo ordeñaba. A los siete años ya ordeñaba como una grande.
Mercedes testimonia refiriéndose las tareas que realizaban de niños:
“De ocho años ya íbamos a poner las siembras, papa, cebolla, batata. Juntar uva desde los ocho años y no había que dejar ni un grano al suelo. También sembrábamos ajo a mano.
Line relata:
“Los chicos ayudábamos desde chicos, habremos tenido seis o siete años y ya íbamos a poner cebollas.
De herencia, solo la dote…
A pesar de desempeñar un papel central, las mujeres de la comunidad coinciden en que ellas no heredaban, sino que la herencia de tierras era solamente para los varones.
Marta decía:
“La herencia era para los hombres. Se preocupaban para que el hombre tuviera el terreno y la casa. Aun cuando la mujer estuviera soltera, tampoco heredaban. Se discriminaba totalmente. Era una cuestión bien marcada. Las mujeres no heredaban; o si heredaban, era poco o nada. Era solo la dote".